POR JOSÉ LUIS BILBAO, * DIPUTADO GENERAL DE BIZKAIA
HOLA Juan Carlos. Imagino que te acordarás del día en que nos conocimos personalmente. Tras la elección de José Alberto Pradera como diputado general necesitábamos una persona en la Diputación para organizar las relaciones con los medios de comunicación y nos fijamos en ti. Eras uno de los periodistas de referencia en DEIA y queríamos abrir un nuevo tiempo en la casa. Hablamos y te remangaste.
¿Te acuerdas cuando me llamó Félix García Olano pidiéndome que te quedaras en el periódico? No le hicimos caso. Como en Casablanca, ese fue el principio de una gran amistad.
Tuvimos ocasión de hacer muchas risas, de despellejar a más de uno, eso sí, con motivo. Pudimos compartir muchos menús del día por la zona y bastantes paellas en La Barraca. Por cierto que una de las mejores la degustamos en tu casa de Busturia aquel domingo con toda la chavalería. Ya sabes que a partir de ahí me hice un experto en eso del arroz.
La excursión en coche a Les Sables D"Olon para despedir a José Luis Ugarte es difícil de olvidar. Menos mal que controlabas algo los nombres de los platos. A saber si no qué habríamos comido. Por cierto, creo que te pasaste con aquellos caracoles en el viaje de vuelta.
Lo de Estrasburgo creo que fue peor. Qué aburridos son. Menos mal que descubrimos aqueleau de vie de ciruelitas silvestres y el antro aquel donde había fotos de árboles que parecían el bosque de Oma.
¿Te acuerdas de aquel viernes por la noche en el despacho rojo? Estábamos Pradera, Laskurain, Vidarte, tú y yo. El Gobierno vasco no decía nada en cuanto a si entraba o no en aquello tan raro que llamaban Guggenheim o algo así. Nos fuimos a casa con una decisión tomada. Si el Gobierno vasco no entraba, íbamos solos los de la Dipu. Ya lo pagaríamos de alguna manera.
Podríamos escribir un buen anecdotario de esos tiempos gloriosos pero no vamos a dar alas a Mikel el quisquilloso, a los que vendían confidenciales, a la revista de José Mª Iñigo, al innombrable, al de la cara verde, a los que hacían encuestas en la cocina de su casa, al codazo eguna o a la placa de la inauguración de la ampliación de la Feria de Muestras. Es preferible que nos dé la risa floja con el traslado de la Hacienda al Hotel Carlton, con el Hostal de la Emperatriz, con las inyecciones y otras historias, y que nos demos un homenaje con otro chupito de esencias de ciruelas silvestres.
Lo del giro verde y el efecto espantapájaros fue genial.
Entre las alas de aviones MacDonnell Douglas, la fábrica de coches y el equipo ciclista estuvimos entretenidos una buena temporada. La verdad es que no nos aburríamos.
Dejaste de trabajar en lo público para asumir riesgos empresariales y lo has hecho bastante bien. Además, ya sabes que no te guardamos rencor por no haber querido ser candidato a alcalde o director del periódico. Son minucias y están olvidadas.
En cuanto te organices por ahí, te sugiero que prepares una merienda con José Luis Iturrieta, que ya no estará de vacaciones medioambientales, y que invitéis a Luciano Rincón, que ya sabes que es un conversador muy ilustrado, y a Bernardo Arrizabalaga para que os explique lo de la panza de burra.
En fin, Juan Carlos, que no hay sitio para mucho más. Que tenías razón, que tengo que sonreír un poco más aunque a veces lo que vemos no nos dé muchos motivos.
Quiero que sepas que has dejado huella en mi vida. Que guardo aquella foto que nos sacamos en el ba-tzoki de Abando. Que he aprendido mucho contigo. Que te agradezco de corazón lo que me has ayudado y acompañado. Que me honra tu amistad. Que estarás siempre en mi memoria. Que ha merecido la pena conocerte. Gracias.
Agur.
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