POR AITOR ESTEBAN, * DIPUTADO DEL EAJ-PNV EN EL CONGRESO POR BIZKAIA
TODAVÍA me cuesta creer que Juan Carlos Urrutxurtu no esté ya con nosotros. Que se nos haya ido tan joven, con todas sus ganas de vivir, de crear, de trabajar.
Juan Carlos fue un amigo de verdad, de los de siempre. Mi primer encuentro con él fue una entrevista que me hizo para DEIA siendo yo un crío en EGI (y él no mucho más mayor). Era pasionalmente periodista. De los que lo son las veinticuatro horas del día, incansablemente.
Trabajamos juntos muchos años. Primero en la Diputación Foral. Él fue mi guía en aquellas primeras ruedas de prensa que me tocó lidiar como portavoz de la institución y me enseñó a comprender y respetar el punto de vista del periodista, cosa que para quien se dedica a la política, puedo asegurar que a menudo no resulta fácil. Estuvimos juntos también en JJ.GG. de Bizkaia durante ocho años y nunca podré agradecerle lo suficiente sus consejos y amistad. La amistad de alguien que sabe y se atreve a decirte que estás equivocado. El tipo de amistad que con perspectiva más se aprecia.
Pocos aficionados al ciclismo conocen lo mucho que le debe el equipo Euskadi a Urru para que hoy sea una realidad. Aquellos duros primeros años, llenos de carencias e incomprensión fueron superados, en gran parte, gracias a su trabajo desinteresado y ánimo constante. Presupuesto escaso (eso de tener un autobús propio ni pasaba por la imaginación), nimias expectativas de triunfo y muchas puertas cerradas que luego con tesón, poco a poco, fueron abriéndose. Siempre le pareció importante que nuestro país pudiera darse a conocer a través de algo que cruza tantas fronteras como el deporte.
Euskadi, su patria, significó mucho para Juan Carlos. Siempre lo tuvo como referente en su actividad diaria. Su trabajo desde la esfera pública y privada, anónimamente, ha contribuido a hacer este País. Y dentro de Euskadi, Basauri. Ahí vivió siempre, convencido de que era el mejor pueblo del mundo e involucrado en su sociedad y la mejora de su calidad de vida. Hasta el Congreso nos hacía llegar ideas para mejorar Basauri, para que instáramos al gobierno de Madrid a actuar en aquello que era de su competencia. Insistente. Convincente. Tanto que hasta casi hizo de Basauri a nuestro portavoz de obras públicas, gipuzkoarra él.
También compartimos momentos fuera del trabajo diario. Fue él quien me enseñó a ponerme unos esquíes. Su magnífica familia y él nos llevaron a Astún. Un magnífico fin de semana en que lo pasamos estupendamente y del que vine con unos cuantos moratones, porque Juan Carlos se empeñó en que bajara desde la base de La Raca hasta la zona más baja de la estación esquiando. Más de un kilómetro de pista roja en mi primer día de esquí. Y yo que no, que no puedo. Y el que sí, hombre, si ya estamos casi abajo. Bendito Juan Carlos, era capaz de convencer a cualquiera. Me llevé no menos de una veintena de trompazos pero, contra todo pronóstico, consiguió que me enganchara a ese deporte.
Ni se me olvidará tampoco el día en que fuimos a ver un partido de Copa del Athletic en el Benito Villamarín, eliminatoria que acabamos venciendo, y saliendo entre los ultras béticos que tenían cara de pocos amigos y mucho cabreo murmurando: "Esos parecen vascos".
Urru siempre fue un tipo positivo. Incluso en su enfermedad. Mirando adelante en busca de la solución. Claro que también se enfadaba, ya lo creo, pero cada vez que pienso en él le veo sonriendo. Sin duda porque ese era su estado de ánimo natural. Siempre tuvo una palabra buena para los amigos y creo que se puede decir de él lo mejor que se puede decir de una persona: Fue alguien con un gran corazón que no hizo mal conscientemente.
Te vamos a echar de menos, Juan Carlos. Un gran abrazo para ti y un beso a Rosi, Eneritz y Jon. Otoi bat eta gero arte.
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